lunes, 27 de septiembre de 2010

La Justificación por la Fe

La  justificación es un acto  judicial de Dios mediante el  cual  él  declara  que sobre  la  base
de la justicia y los méritos  de Jesucristo, el pecador  es colocado en armonía  con las demandas  y exigencias  de la ley  de Dios. La acción de justificar es contraria a la de condenar e implica en un acto objetivo, esto es independiente del sujeto. Dios es el que justifica  (Romanos  8:33-34).

Cómo se justificará el hombre ante Dios
¿Cómo  se hará justo el pecador?  Solamente por intermedio de Cristo podemos ponernos en armonía con Dios y la santidad, pero  ¿Cómo debemos ir a Cristo?  Muchos formulan la misma
pregunta que hicieron  las multitudes el día de Pentecostés, cuando, convencidos de su pecado
exclamaron  “¿Qué  haremos?  La primera palabra de contestación de Pedro fue:  “Arrepentíos”. El  arrepentimiento comprende tristeza  por el pecado y abandono del mismo. No renunciaremos al pecado a menos que veamos su  pecaminosidad,  mientras no lo repudiemos de corazón, no  habrá cambio real en la vida.
La  justificación del pecador se efectúa independientemente  de la ley .Precisamente  porque
ningún hombre  es   capaz  de vivir  una vida que  satisfaga   todas las exigencias que ella
impone.  La vida  del  mejor de los santos  se queda muy corta cuando la comparamos a la perfección de la ley infinita. Ella no puede salvar  ni justificar. La ley declara culpable a todos
los hombres  (Romanos 3: 19). Concede el conocimiento  del pecado (Romanos 3:20)  y   muestra su  excesiva   pecaminosidad.  Su  misión  es mantener en alto la justicia y santidad de Dios, pero no puede justificar al pecador, visto que ningún hombre  puede rendir una  perfecta  obediencia a la ley , la justificación independiente de ella. Sabiendo que el   hombre  no es   justificado  por las obras de la ley  Sino por la fe de Jesucristo  para ser justificado por la fe  de Cristo  y no  por la obra de la ley,  por cuanto por las obras de la  ley  nadie será  justificado  (Gálatas 2: 16—17) 
Cuando el pecador acepta  a Cristo mediante la fe,  él  es declarado  justo  delante de la ley
y  librado de su condenación ( Romanos 8:1). Esta condenación era el forzoso  resultado de la transgresión de la ley  que es injusticia. Justicia significa llenar  la medida de perfección,  la
que falta al pecador y por cuya causa es condenado. Pero  como intervino Dios en esta situación,  aquí encontramos nuevamente la feliz noticia o sea el evangelio, DIOS mismo tomó  una providencia  salvadora. “Porque lo que era imposible para la  ley, por cuanto era  débil  por la carne, Dios enviando  su hijo en semejanza  de carne, de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado  en la carne, para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:3—4). 
La obediencia sustitutiva  de Cristo es la base de nuestra justificación, porque Dios al que no conoció  pecado, a Cristo por nosotros lo hiso pecado, para que nosotros fuésemos  hechos
Justicia de Dios en él, (2° Corintios 5:21) porque él  fue entregado  por nuestra s trasgresiones
y resucitado para nuestra justificación (Romanos 4:25). La justificación es un acto de DIOS  y no del Hombre.  Ella abarca el pasado, el presente, y el futuro, porque en el momento  en que el pecador acepta  a Cristo mediante la fe, la condenación de su vida pasada es removida, y
durante toda su existencia y  en la propia eternidad, la base de su aceptación es la justicia
Imputada de Cristo, cuando un pecador es declarado en el trono del gran juez del universo
la cuestión del pecado entre su alma y Dios ha sido resuelta.

Surge  aquí un interrogante  ¿cómo queda entonces el problema del pecado en el creyente?
El registro confirma que en el hijo Dios condenó al pecado en la carne (Romanos 8: 3) Pero ¿Qué ha  hecho el señor  con nuestros  pecados?  Escuchemos el consuelo del evangelio “Yo deshice como la nubes tus rebeliones, y como a niebla tus pecados” (Isaías 44: 22), Pablo dice
que (Cristo) se dio a sí mismo por nuestros  pecados (Gálatas 1: 4).
Cuando la palabra de Dios declara que  él  ha borrado  completamente  nuestros pecados, él
quiere  significar con  esto,  que ha tratado con la fuente misma del pecado, o  sea, con nuestra  naturaleza  pecaminosa y carnal. La palabra declara que “los designios de la carne
son enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede“ (Romanos 8: 7). No dice  que la carne “ está en enemistad  con DIOS ” , sino que  es enemista  contra DIOS “ es precisamente esa enemistad la que hacía un muro de separación con Dios. La cual, él abolió mediante la cruz, “matando en ella las enemistades “(Efesios 2:15—16), nos ha  reconciliado con Dios, y nos “anunció las buenas nuevas de paz “(Efesios 2: 17) 
Pero,  ¿Cuándo nos reconcilio DIOS?  Antes  de considerar este aspecto debemos de recordar que el hombre no puede reconciliarse por sí solo con Dios, y jamás podrá hacerlo. Esta iniciativa es exclusivamente de Dios, sobre la base de la justificación.
Los hombres se reconcilian sobre una base jurídica de concesiones  e igualdad; pero lo glorioso del evangelio es que Dios  nos reconcilió, tomándonos  en nuestra propia miseria. ”Pero Dios que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecado, nos dio vida juntamente con  Cristo (por gracia soy salvo)” (Efesios 2: 4-5) “porque si siendo  enemigos fuimos reconciliados con Dios, por la muerte de su hijo
mucho  más estando  reconciliados, seremos salvos  por su vida “ (Romanos 5:10) ¿Qué  maravilloso es el consuelo del  evangelio?  Dios mismo ha tomado la providencia para mostrar
nuestra   completa  justificación. Muy  oportuno  en su contexto,  las siguientes palabras inspiradas, Dios mismo tiene el honor de haber abierto un camino y éste es tan completo, y 
tan perfecto, que el hombre no puede acrecentar  esa  perfección  mediante  ninguna obra que haga ¿Qué ha hecho Dios con nuestros pecados? EL relato dice “JEHOVÁ cargó en él (CRISTO)  el pecado de todos nosotros  (Isaías  53: 6). En  el capitulo  (Isaías 38:17) de este mismo libro leemos: “Porque echaste  tras tus espaldas todos mis pecados”. También  leemos el consuelo de Dios para su pueblo  “consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. Habla
al  corazón de Jerusalén, decidle  a voces que su tiempo es ya cumplido, porque su pecado
es perdonado;  que doble ha recibido de la mano de Jehová  por todos sus pecados “(Isaías
40: 1-2). Esta misma seguridad fue  presentada por los apóstoles: “Sabed, pues, varones hermanos: que por medio  de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree.”
(Hechos  13: 38-39). La obra de la justificación actúa en el tiempo y en la historia y por esto mismo Cristo  se encarnó, y dejando la eternidad entró en el tiempo. A fin de tomar los pecados de toda  la humanidad, en todos los tiempos, bajo esta  perspectiva,  entendemos la justificación  como extendiéndose  hacia el futuro, a fin de tratar judicialmente  el pecado del creyente, para mantenerlo  en su condición  de justo  delante de él. Así  comprendemos el  juicio investigador como un acto escatológico o futuro, independientemente del  hombre. La palabra de Dios, es clara al afirmar  que el creyente,  es juzgado para salvación en el momento en que acepta  a Cristo, mediante la fe. EL registro de sus pecados no interfiere  más en su relación  con Dios. Este es el juicio del creyente. Pero en el juicio investigador, Cristo  asume la representación del creyente, y en este juicio por el creyente,  él presenta los  méritos de su justicia a favor del creyente arrepentido y penitente. 
En estos mismos parámetros se sitúa la obra intercesora de Cristo en el santuario a favor de
su iglesia  y todos los que fueron llamados al banquete del evangelio. “Y serán para mi, especial  tesoro,  ha dicho JEHOVÁ de los ejércitos, en el día  en que yo actúe;  y los perdonaré como el Padre  que  a su hijo que le sirve” (Malaquías  3: 17) 
Otro profeta de Dios exclamó esta misma realidad, diciendo “¿Qué Dios como tú, que perdona
la maldad, y olvida el pecado  del remanente de su heredad,  no retuvo para siempre su enojo
porque se deleita en misericordia. EL volverá  a tener misericordia de nosotros;  sepultará  nuestras  iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados “(Malaquías 7: 18-19).
Por  esta  misma causa los reformadores   distinguían  dos aspectos en la justificación: Uno
Negativo y otro Positivo. El aspecto negativo hace referencia  a la remisión de los pecados
sobre la base  de la muerte sustitutiva de Jesús. La cual implica el perdón. “Porque  en él  tenemos redención por  su sangre, el perdón  de pecados según las riquezas de su gracia”
(Efesios 1: 7),  o como  en las palabras de Juan: porque  vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre (Juan 2: 12). Así la justificación tomada negativamente, significa no  solamente el perdón del pecado, sino también la remisión de la culpabilidad mediante la eficacia de la cruz de Cristo, quien  llevó él mismo nuestros pecados  en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia (1° Pedro 2: 24). En su aspecto positivo, la justificación  significa vida eterna, como bien lo expresó  Salomón “en el camino de la justicia está la vida; y en sus caminos no hay muerte” (Proverbios 12:8). Así  comprendemos  ser la justificación, libertad, de la condenación de la ley, y aun  más, imputación, pero ¿Qué nos es imputado? Al pagar Cristo nuestra deuda a la ley, agotó  sus infinitos reclamos, mediante su vida de perfecta obediencia. Dios acredita la perfecta obediencia, Dios  acredita la perfecta vida de su hijo a nuestra cuenta, y nos imputa su justicia como don.