La justificación es un acto judicial de Dios mediante el cual él declara que sobre la basede la justicia y los méritos de Jesucristo, el pecador es colocado en armonía con las demandas y exigencias de la ley de Dios. La acción de justificar es contraria a la de condenar e implica en un acto objetivo, esto es independiente del sujeto. Dios es el que justifica (Romanos 8:33-34).
Cómo se justificará el hombre ante Dios
¿Cómo se hará justo el pecador? Solamente por intermedio de Cristo podemos ponernos en armonía con Dios y la santidad, pero ¿Cómo debemos ir a Cristo? Muchos formulan la misma
pregunta que hicieron las multitudes el día de Pentecostés, cuando, convencidos de su pecado
exclamaron “¿Qué haremos? La primera palabra de contestación de Pedro fue: “Arrepentíos”. El arrepentimiento comprende tristeza por el pecado y abandono del mismo. No renunciaremos al pecado a menos que veamos su pecaminosidad, mientras no lo repudiemos de corazón, no habrá cambio real en la vida.
La justificación del pecador se efectúa independientemente de la ley .Precisamente porque
ningún hombre es capaz de vivir una vida que satisfaga todas las exigencias que ella
impone. La vida del mejor de los santos se queda muy corta cuando la comparamos a la perfección de la ley infinita. Ella no puede salvar ni justificar. La ley declara culpable a todos
los hombres (Romanos 3: 19). Concede el conocimiento del pecado (Romanos 3:20) y muestra su excesiva pecaminosidad. Su misión es mantener en alto la justicia y santidad de Dios, pero no puede justificar al pecador, visto que ningún hombre puede rendir una perfecta obediencia a la ley , la justificación independiente de ella. Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley Sino por la fe de Jesucristo para ser justificado por la fe de Cristo y no por la obra de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado (Gálatas 2: 16—17)
Cuando el pecador acepta a Cristo mediante la fe, él es declarado justo delante de la ley
y librado de su condenación ( Romanos 8:1). Esta condenación era el forzoso resultado de la transgresión de la ley que es injusticia. Justicia significa llenar la medida de perfección, la
que falta al pecador y por cuya causa es condenado. Pero como intervino Dios en esta situación, aquí encontramos nuevamente la feliz noticia o sea el evangelio, DIOS mismo tomó una providencia salvadora. “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios enviando su hijo en semejanza de carne, de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:3—4).
La obediencia sustitutiva de Cristo es la base de nuestra justificación, porque Dios al que no conoció pecado, a Cristo por nosotros lo hiso pecado, para que nosotros fuésemos hechos
Justicia de Dios en él, (2° Corintios 5:21) porque él fue entregado por nuestra s trasgresiones
y resucitado para nuestra justificación (Romanos 4:25). La justificación es un acto de DIOS y no del Hombre. Ella abarca el pasado, el presente, y el futuro, porque en el momento en que el pecador acepta a Cristo mediante la fe, la condenación de su vida pasada es removida, y
durante toda su existencia y en la propia eternidad, la base de su aceptación es la justicia
Imputada de Cristo, cuando un pecador es declarado en el trono del gran juez del universo
la cuestión del pecado entre su alma y Dios ha sido resuelta.
Surge aquí un interrogante ¿cómo queda entonces el problema del pecado en el creyente?
El registro confirma que en el hijo Dios condenó al pecado en la carne (Romanos 8: 3) Pero ¿Qué ha hecho el señor con nuestros pecados? Escuchemos el consuelo del evangelio “Yo deshice como la nubes tus rebeliones, y como a niebla tus pecados” (Isaías 44: 22), Pablo dice
que (Cristo) se dio a sí mismo por nuestros pecados (Gálatas 1: 4).
Cuando la palabra de Dios declara que él ha borrado completamente nuestros pecados, él
quiere significar con esto, que ha tratado con la fuente misma del pecado, o sea, con nuestra naturaleza pecaminosa y carnal. La palabra declara que “los designios de la carne
son enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede“ (Romanos 8: 7). No dice que la carne “ está en enemistad con DIOS ” , sino que es enemista contra DIOS “ es precisamente esa enemistad la que hacía un muro de separación con Dios. La cual, él abolió mediante la cruz, “matando en ella las enemistades “(Efesios 2:15—16), nos ha reconciliado con Dios, y nos “anunció las buenas nuevas de paz “(Efesios 2: 17)
Pero, ¿Cuándo nos reconcilio DIOS? Antes de considerar este aspecto debemos de recordar que el hombre no puede reconciliarse por sí solo con Dios, y jamás podrá hacerlo. Esta iniciativa es exclusivamente de Dios, sobre la base de la justificación.
Los hombres se reconcilian sobre una base jurídica de concesiones e igualdad; pero lo glorioso del evangelio es que Dios nos reconcilió, tomándonos en nuestra propia miseria. ”Pero Dios que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecado, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia soy salvo)” (Efesios 2: 4-5) “porque si siendo enemigos fuimos reconciliados con Dios, por la muerte de su hijo
mucho más estando reconciliados, seremos salvos por su vida “ (Romanos 5:10) ¿Qué maravilloso es el consuelo del evangelio? Dios mismo ha tomado la providencia para mostrar
nuestra completa justificación. Muy oportuno en su contexto, las siguientes palabras inspiradas, Dios mismo tiene el honor de haber abierto un camino y éste es tan completo, y
tan perfecto, que el hombre no puede acrecentar esa perfección mediante ninguna obra que haga ¿Qué ha hecho Dios con nuestros pecados? EL relato dice “JEHOVÁ cargó en él (CRISTO) el pecado de todos nosotros (Isaías 53: 6). En el capitulo (Isaías 38:17) de este mismo libro leemos: “Porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados”. También leemos el consuelo de Dios para su pueblo “consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. Habla
al corazón de Jerusalén, decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, porque su pecado
es perdonado; que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados “(Isaías
40: 1-2). Esta misma seguridad fue presentada por los apóstoles: “Sabed, pues, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree.”
(Hechos 13: 38-39). La obra de la justificación actúa en el tiempo y en la historia y por esto mismo Cristo se encarnó, y dejando la eternidad entró en el tiempo. A fin de tomar los pecados de toda la humanidad, en todos los tiempos, bajo esta perspectiva, entendemos la justificación como extendiéndose hacia el futuro, a fin de tratar judicialmente el pecado del creyente, para mantenerlo en su condición de justo delante de él. Así comprendemos el juicio investigador como un acto escatológico o futuro, independientemente del hombre. La palabra de Dios, es clara al afirmar que el creyente, es juzgado para salvación en el momento en que acepta a Cristo, mediante la fe. EL registro de sus pecados no interfiere más en su relación con Dios. Este es el juicio del creyente. Pero en el juicio investigador, Cristo asume la representación del creyente, y en este juicio por el creyente, él presenta los méritos de su justicia a favor del creyente arrepentido y penitente.
En estos mismos parámetros se sitúa la obra intercesora de Cristo en el santuario a favor de
su iglesia y todos los que fueron llamados al banquete del evangelio. “Y serán para mi, especial tesoro, ha dicho JEHOVÁ de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré como el Padre que a su hijo que le sirve” (Malaquías 3: 17)
Otro profeta de Dios exclamó esta misma realidad, diciendo “¿Qué Dios como tú, que perdona
la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad, no retuvo para siempre su enojo
porque se deleita en misericordia. EL volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados “(Malaquías 7: 18-19).
Por esta misma causa los reformadores distinguían dos aspectos en la justificación: Uno
Negativo y otro Positivo. El aspecto negativo hace referencia a la remisión de los pecados
sobre la base de la muerte sustitutiva de Jesús. La cual implica el perdón. “Porque en él tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia”
(Efesios 1: 7), o como en las palabras de Juan: porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre (Juan 2: 12). Así la justificación tomada negativamente, significa no solamente el perdón del pecado, sino también la remisión de la culpabilidad mediante la eficacia de la cruz de Cristo, quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia (1° Pedro 2: 24). En su aspecto positivo, la justificación significa vida eterna, como bien lo expresó Salomón “en el camino de la justicia está la vida; y en sus caminos no hay muerte” (Proverbios 12:8). Así comprendemos ser la justificación, libertad, de la condenación de la ley, y aun más, imputación, pero ¿Qué nos es imputado? Al pagar Cristo nuestra deuda a la ley, agotó sus infinitos reclamos, mediante su vida de perfecta obediencia. Dios acredita la perfecta obediencia, Dios acredita la perfecta vida de su hijo a nuestra cuenta, y nos imputa su justicia como don.
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